El poder o el ‘falo’, para ponerlo en términos freudianos, es algo que inconscientemente comparten y no muchas veces reparten, políticos y periodistas. Mientras los primeros lo usan y más aún abusan, los segundos tienden a fiscalizarlo y controlarlo, sucumbiendo muchos a la tentación, dejándose seducir por un cruel espejismo. Admirado y odiado a la vez, a César Hildebrandt lo podrán acusar de todo, llegando al extremo del insulto neurótico de una Magaly Medina que recientemente de ‘cariño’ lo llamó ‘pequeño cerdo’, pero nadie le podrá reprochar algún silencio cómplice, menos aún, el ‘acomodo’ de quedarse callado, de no alzar la voz y ocultar la verdad. A continuación, un intento de poner en el diván tanto a la política como al periodismo. Al igual que en el psicoanálisis, las confesiones del analizado, valen más no por su lenguaje manifiesto, sino más bien, por su mensaje latente.
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