viernes, 4 de junio de 2010

LA PARADOJA DE LAS VERDADES

(La República, Jueves 6 de junio del 2010).- El periodismo plantea, con frecuencia, dilemas como el hecho de que, siendo un oficio cuyo primer compromiso es con la verdad, debe ser consciente de que no todas las verdades –como las vinculadas a la intimidad y a la privacidad de las personas– deben ser contadas.

La verdad es el primer compromiso –no negociable– de un periodista, el cual está por encima, incluso, del compromiso que, sin duda, se debe tener con la audiencia a la que uno se dirige (los lectores, oyentes, televidentes o cibernautas).

Con frecuencia, el interés de ‘la verdad’ y de ‘la audiencia’ van de la mano; pero, a veces, no. Hace poco, por ejemplo, todos queríamos que ‘La teta asustada’ ganara el Óscar, y cuando algunos periodistas comentaban que les parecía que sus competidoras eran mejores, producían molestia. Qué importa: la verdad debe ser dicha incluso si incomoda a la audiencia.

Pero ‘la verdad’ debiera interpretarse, en este contexto, en plural y sin posiciones dogmáticas ni absolutistas. Lo que es tu verdad puede ser diferente de la mía, la cual podría cambiar mañana si tomo conocimiento de un hecho nuevo que motive una nueva creencia. Más que la verdad, entonces, debiera interesar la vocación por querer acercarse, con honestidad, a ella.

La verdad en el periodismo se debe expresar “sin piedad” –como propone el aviso publicitario de mi programa en Radio Capital–, pero hay verdades que no debieran interesar al periodista que quiere ejercer el oficio con decencia. Estas muy rara vez están alrededor de los conceptos de la ‘seguridad nacional’ o la ‘gobernabilidad’, que estoy sospechando que fueron inventados por políticos interesados en callar a los periodistas.

Sí están, en cambio, y sin duda, en el terreno del derecho a la privacidad y a la intimidad de todas las personas. Desde las desconocidas como en el respeto elemental que el periodismo debe tener –y con frecuencia no tiene– por quienes atraviesan el drama de un familiar muerto; hasta las personas públicas.

La excepción al principio del respeto que el periodismo debe tener por la privacidad de la gente ocurre cuando este se contrapesa con el derecho de los ciudadanos a conocer hechos relevantes para ellos, como, incluso, aspectos de la intimidad de las personas públicas que influyan en el modo como estas deciden sobre el destino del país o de los ciudadanos. La intimidad también podría ser invadida cuando no hay otro modo de probar un mal uso de recursos del erario o un tráfico de influencias.

Salvo muy pocas excepciones como esas, la privacidad y la intimidad de las personas –desde la del presidente de la República hasta la del ciudadano desconocido– siempre deben ser respetadas.

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